Sabía que debía ser paciete con Edward. La cuestión no estaba que fuera irracionable, sino que, simplemente no lo entendía. No tenía idea de cuánto era lo que le debía a Jacob Black, varias veces mí vida, y quizá también mi cordura.
-Recuérdame que no te haga enojar.
-¿Crees que puedo mostrar la misma indulgencia qué tú? No todos podemos ser santos ni mártires.
-Crece, Jacob.
-Qué más quisiera yo- masculló en voz baja.
L estudié con la mirada mientras intentaba descubrir el significado de su respuesta.
-¿Qué?
Él se rió entre dientes.
miércoles, 22 de abril de 2009
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