Torció el gesto ante mi tenacidad. Esta noche ninguno de los dos parecía darse por vencido. Espiró con tal fuerza que casi pareció un gruñido.
Le acaricié el rostro y le dije:—Mira, te quiero más que a nada en el mundo. ¿No te basta eso?
—Sí, es suficiente —contestó, sonriendo—. Suficiente para siempre.
Y se inclinó para presionar una vez más sus labios fríos contra mi garganta.
{Gran final}
viernes, 20 de febrero de 2009
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